Una de Romanos

Allá por el otoño de 2002, se dio a conocer la noticia de que el jugador de fútbol del Athletic Club, Carlos Gurpegui, había dado positivo en un rutinario control antidopaje. La plantilla del equipo rojiblanco no dudó en cerrar filas en torno a su compañero, asegurando conocer la inocencia de Gurpegui, certificando que nunca había ingerido sustancia prohibida alguna. Tras finalizar la retransmisión de la rueda de prensa, permanecí sentado frente al televisor sintiéndome engañado. Para saber si alguien, pongamos por caso, no se ha inyectado un suplemento prohibido, se ha tenido que convivir a sol y a sombra con él las 24 horas del día, todos los días del año. De lo contrario, cualquier momento de soledad valdría para cometer la infracción. Ni qué decir tiene que los jugadores no conviven en comuna durante su vida profesional, luego en aquella rueda de prensa nos tomaron el pelo al tratar de garantizar lo imposible. Sólo se puede asegurar lo que se ha visto, lo demás no tiene ningún valor. Por cierto, increíblemente, el caso sigue sin cerrarse.

Unai Romano es un ciudadano español, mal que le pese, que tras haber sido detenido en su día por su presunta relación con el terrorismo de ETA, denunció haber sufrido torturas en las dependencias de la Dirección General de la Guardia Civil. El Juzgado de Instrucción número 25 de Madrid decidió archivar la denuncia dejando entrever que el joven se pudo autolesionar. Denuncias como la de Romano se vienen sucediendo desde hace años desde el entorno abertzale, siendo algunas, las menos, resueltas a favor de los denunciantes. Fue famosa en su día la presentada por una proetarra con la esvástica grabada en la cara. La joven, además de violenta, resultó ser chapucera, pues la cruz gamada de su rostro estaba hecha al revés. Se la había grabado ella misma con unas tijeras mirándose al espejo, olvidando las propiedades del mismo.

El PNV, Eusko Alkartasuna y Ezker Batua han apoyado una iniciativa parlamentaria presentada por Aralar, solidarizándose con Romano y acusando al Estado de no utilizar "todas las medidas que tiene en sus manos contra la tortura". Deben considerar que el acceso a un juicio justo no es suficiente para dirimir si denunciante o denunciado tienen razón. Apuestan, sin haber estado en la dependencias de la dirección General de la Guardia Civil durante la detención, que Romano fue torturado por la Benemérita. Quieren mostrar en el Parlamento Vasco su "desacuerdo" con la Audiencia Provincial de Madrid, pero sin presentar ninguna prueba. Creen a Romano y lo defienden, utilizando el parlamento para desacreditar al Estado de Derecho.

Los de Sabino, como Sabina... juegos de manos, siempre daban una de romanos...



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