La sangre revuelta

La Iglesia en Cataluña no pasa por sus mejores momentos.
El ya tristemente famoso Estatut es tan malo que incluso una Iglesia tan nacionalista como la catalana ha dado la voz de alarma, aunque lo haya hecho tan bajito que parecían hacerlo, los obispos, avergonzados de cumplir con su deber.

No pueden, sin embargo, los obispos dejar de expresar, una vez más, su preocupación por la manera como el Título primero del Estatuto trata la dimensión ética de la vida, el matrimonio y la familia, la dignidad de la persona humana, la libertad de enseñanza propia de una sociedad democrática y pluralista, y el respeto por los más débiles, sobre todo los no nacidos y los enfermos terminales. El contenido de este Título primero, aunque no establece una normativa y está limitado por el artículo 37.4, patentiza unos criterios que contradicen el espíritu del humanismo cristiano.

El abad de Montserrat aseguró ayer que «desde el punto de vista cristiano» el proyecto de nuevo Estatut, «tal y como está formulado en el momento actual», «es aceptable, aunque respeto que quizás alguien cree que no lo es», en referencia a los prelados catalanes.

Vamos, que afea en cierta forma a los obispos, sus obispos. Viendo este descaro es normal que la Conferencia Episcopal afirme:

"la cuestión principal a la que la Iglesia ha de hacer frente hoy en España no se encuentra tanto en la sociedad o en la cultura ambiente como en su propio interior, es un problema de casa y no sólo de fuera"

Para consuelo nuestro, los cristianos de base, el católico que va a misa todos los domingos cansado de tanta politiquería protesta y pide rigor y catolicismo.

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