Caricatura

Pretender ser la vanguardia del progresismo tiene un peligro evidente. Puedes convertirte en una caricatura en tu afán por ser el más en todo.

Eso es lo que le ocurre a José Ignacio González Faus. Le invitaron a abandonar la compañía de Jesús de la que formaba parte por sus posturas heterodoxas. Es partidario una "reforma evangélica" en la Iglesia. Se entiende que evangélica no se refiere al Evangelio sino a la confesión protestante de los "evangélicos". Pide que el Papa no sea jefe del Estado Vaticano, que los nuncios no sean representantes del Papa, que los obispos se elijan democráticamente; que el Papa sea elegido por otras personas; que se elimine a los cardenales; acabar con la curia romana; que el sínodo de obispos sea deliberativo, etc.
Pero no sólo es un chiripitiflaútico de lo eclesial; en economía no es menos divertido. En esta columna pide a Rafael Nadal y al resto de famosos que "Todos los famosos deberían renunciar expresamente a hacer publicidad. Que las cosas se vendan por su valía intrínseca y no porque las recomiende alguien que está de moda." Esto lo pide porque según él "ese dineral no llueve del cielo: es fruto de una racionalidad perversa que es nuestra racionalidad económica, según la cual lo que importa no es la calidad del producto sino su colocación en el mercado".
Definitivamente demuestra que ha perdido el Norte, el juicio y el oremus cuando dice "El dinero que cobras por tus anuncios se le ha quitado antes a gente que podía necesitarlo mucho. (...) Pero eso quiere decir rebajar sueldos para invertir más en propaganda. Esos salarios recortados son de padres y madres que lucharán más que tú en la cancha, para no poder ni regalar una raqueta a sus hijos."

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