Sobre el aborto y el nasciturus

Interesante artículo de opinión:

(...)Pero, los avances científicos, desde el siglo XIX, especialmente en las últimas décadas, van perfilando un conjunto de datos que no se puede ignorar. Desde la concepción se va configurando el destino biológico del nuevo individuo. Su desarrollo embrionario supone, desde los primeros instantes, la activación de un programa -específico y único- con la expresión de genes, con la asociación funcional de sus productos (proteínas), con la especificación de compartimentos que determinan un patrón de desarrollo, y con la activación del programa de diálogo biológico con la madre que lo habrá de gestar. En medio de este conjunto de datos, tan sugerente y demostrativo de que el desarrollo comienza con la concepción y sólo terminará con la muerte, resulta difícil encontrar justificación a los esfuerzos de algunos por identificar estadios intermedios. Entre ellos están los de definir la sustantividad o suficiencia constitucional, como acontecimientos dentro del desarrollo embrionario humano, que deben modificar la valoración ética de la vida de quien va a nacer.

El problema es que la cuestión desborda lo que puede ser una mera discusión filosófica, para condicionar leyes y normas de convivencia. Sabido es que muchas sociedades occidentales han aceptado el aborto provocado como una opción de la propia mujer, como si la vida del nasciturus que se desarrolla en su seno fuera totalmente disponible a su decisión, al menos en algunas etapas de la gestación. La aplicación -sin duda, delictiva pero relativamente fácil- en nuestro país de leyes despenalizadoras, que ha llevado a las trituradoras a fetos de siete meses de gestación, despierta una profunda sensación de horror. Importa mucho, por tanto, señalar que la defensa de la vida del ser humano representa un auténtico imperativo de la especie. Las leyes abortistas, por muy establecidas que puedan estar en algunos estados, siguen sin contar con el consenso general, somos muchos los que nos oponemos. (...)

Y buena noticia:

Los fetos nacidos sin vida en Francia podrán ser inscritos en el registro civil para que las familias puedan dar un «tratamiento funerario decente», aunque no adquirirán personalidad jurídica alguna, según informaron ayer los ministerios de Justicia y de Sanidad.

El Gobierno ha decidido aportar una «respuesta pragmática y humana» a las situaciones «administrativas complejas y traumáticas para las familias de un niño nacido muerto, que no pueden expedir acta de nacimiento ni de deceso», señalaron la ministra de Justicia, Rachida Dati, y la titular de Sanidad, Roselyne Bachelot-Narquin.

Los dos decretos publicados ayer en el Boletín Oficial del Estado permitirán a las familias en esa situación «disponer de una mención simbólica de ese niño», como «un nombre de pila» que quede recogido en el registro civil y en el libro de familia, y de un «tratamiento funerario decente».

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Un porcentaje nada desdeñable de óvulos fecundados no se fija a las paredes del útero y acaba excretado. Recuerdo que en una discusión en el grupo es.charla.religion, un participante presentó la idea de crear un canal de agua paralelo para bidets cuyas conducciones viniesen de tanques especiales, en las que el líquido fuese bendecida por la autoridad eclesiástica correspondiente, con el fin de asegurarse que ningún nasciturus o como se diga muriese sin recibir el sacramento del bautismo.

En general, la regla es que cuánto mas salvaje es un chiste de este tipo, mas estúpida es la idea a la que ridiculiza. Y sinceramente, la idea de que un óvulo fecundado puede asimilarse a un ser humano violenta nuestras concepciones morales mas instintivas lo reconozcamos o no. Pongo dos ejemplos de lo que digo:

1) Las familias no se toman un embarazo fallido igual que la muerte de un hijo de verdad. Una desgracia y otra son de magnitudes absolutamente diferentes
2) Nadie quiere aceptar la consecuencia lógica directa: que si tal fuera el caso el aborto debería perseguirse como un homicidio con agravantes de todo tipo. Las niñas, el médico, los papis, etc., deberían ser sentenciadas a cadena perpetua con trabajos forzados o pena de muerte.

rojobilbao dijo...

Al punto 2) te diré que nadie, no. Los que ponen bombas en los abortarios norteamericanos me parece que se aceptan la consecuencia aún más emocionalmente que yo, que tb me la tomo.

Respecto al punto 1) decirte que la gente no se toma igual la muerte de un hijo nacido de su seno que la muerte initinere de un hijo recién adoptado en China. Y es que DEL ROCE nace el cariño.

Mariana y Marcelo dijo...

Quienes juzgan con tanta severidad el descarte de una mórula, y son tan duros con las mujeres embarazadas que no desean parir... deberían hacer algo más que lamentarse por sus queridos nasciturus; tomarse en serio los deberes (rechazados por la madre) que dicen encomiar, no solo comprometiéndose a adoptar "niños por nacer", sino financiando las justas compensaciones que las mujeres exigirán durante los meses de embarazo.
Hablar es más fácil que actuar, y repartir derechos más fácil que asumir las correspondientes responsabilidades.

Anónimo dijo...

El problema de raiz es que la teoría ética que manejan los antiabortistas cientifistas y religiosos está superada, al basarse en una ontología sustancialista obsoleta.

La moral no maneja propiedades reales de las cosas, sino valores. De la misma manera que el valor monetario no se encuentra en el papel moneda, el valor moral no reside en ninguna particular configuración de ácido desoxirribonucleico.

Los valores son propiedades irreales que la inteligencia humana pone sobre las cosas. Existen sólo después de que una comunidad humana los invente y proclame. La diferencia entre una moral y la ética es que ésta trata de justificar universalizablemente (mediante la razón) la necesidad de respetar transculturalmente algunos de esos valores (subjetivos, valga la redundancia) porque sean los más inteligentes en visos de posibilitar la convivencia. Así los valores dejan de ser arbitrarios al legitimarse por una utilidad material objetiva y profanamente comprobable.

Establecida la teoría ética correcta, el asunto del aborto queda mucho más claro, porque ya no hace falta justificar ónticamente (por categorización científica de las regiones del ser) cuándo se tiene derecho a la vida o no (como no resulta necesario hacer lo propio con la edad a la que se adquiere el derecho al voto, por ejemplo).

La cuestión reside entonces en cómo alcanzar los consensos éticos de la manera más justa posible, de manera que todos los implicados en el reconocimiento de cierto derecho quieran verse salvaguardados por éste. Pero resulta que el feto no está en el mundo -carece de la necesaria publicidad que requiere la moral, ontológicamente hablando- y no es posible establecer una ética dialógica con lo que no nos hace frente en el mundo ni reclama su lugar en él.

Al final la dignidad del feto (sus derechos) sólo se intuye por medios indirectos, a partir de la reclamación que de aquella realiza su madre, que es el único ser en cuyo mundo sí hace frente el ser del feto. Por ello la decisión última de la suerte del nasciturus sólo puede estar, de manera éticamente legítima, en manos de la madre. Cuando el nuevo ser nace -modificando esta vez sí de manera reseñable su estatus ontológico- éste se hace presente en el mundo comunitario, adquiere publicidad, y su dignidad asciende a una nueva categoría.

Mariana y Marcelo dijo...

Gracias mikimoss; directo al grano.

Iván Moreno dijo...

Cuando el nuevo ser nace -modificando esta vez sí de manera reseñable su estatus ontológico-

¿Esto que es? ¿Un dogma de fe? ¿Me lo tengo que creer?

Es que yo no soy capaz de contemplar de una manera tan preclara al ser en todo su esplendor.

Y luego se dice que no se puede gobernar desde la religión.

Desde la religión que no es la da uno, claro está.

Iván Moreno dijo...

Yo ya he escuchado muchos dogmas:

cuando el nuevo ser pasa a ser humano -modificando esta vez sí de manera reseñable su estatus ontológico-

cuando el nuevo ser adquiere sistema nervioso activo -modificando esta vez sí de manera reseñable su estatus ontológico-

cuando el nuevo ser adquiere autoconsciencia -modificando esta vez sí de manera reseñable su estatus ontológico-

cuando el nuevo ser adquiere la mayoría de edad -modificando esta vez sí de manera reseñable su estatus ontológico-

cuando el nuevo ser adquiere 500 millones de euros
-modificando esta vez sí de manera reseñable su estatus ontológico-


cuando el nuevo ser abraza las causas del proletariado
-modificando esta vez sí de manera reseñable su estatus ontológico-



cuando el nuevo ser traiciona a sus correligionarios judíos
-modificando esta vez sí de manera reseñable su estatus ontológico-


éste se hace presente en el mundo comunitario, adquiere publicidad, y su dignidad asciende a una nueva categoría.

El problema, Mikimoss, es cuando empiezas negando los dogmas, para acabar pretendiendo imponer el tuyo, a falta de otros.

No cuela.

Un saludo

Anónimo dijo...

El nacimiento constituye un suceso ética y ontológicamente reseñable porque con él los entes biológicos adquieren la categoría existencial de la publicidad. Sólo los entes públicos pueden ser objeto de razonamientos morales. Si estudiamos la genealogía de la moral comprobamos que ésto siempre es así. Por ejemplo, la doctrina católica tuvo que inventar la noción de ignorancia invencible para compatibilizar su doctrina de la salvación con el inesperado descubrimiento de indios precolombinos. Su hallazgo los hizo "nacer" ante la comunidad moral europea, que empezó así a considerarlos como moralmente problemáticos.

Pero cuidado, la publicidad no es un mero descubrirse las "cosas" en la conciencia, entendiendo cosa como lo simplemente ahí presente. Fue el trato con los indios, el conducirse con respecto a ellos, lo que les acabó creando un lugar en nuestro mundo valorativo.

Los antiabortistas, aún sin conocer o comulgar con esta ontología, la confirman cuando basan su actividad en acercarnos a la realidad del feto en el seno materno. Para ello utilizan imágenes donde desvelan su aspecto humano y también, últimamente, acuden a la autoridad óntica que la ciencia genética se ha ido forjando.

Pero no es la apariencia o la posesión de determinada sustancia (llámese ésta alma o ADN) la que humaniza, sino, como he dicho, el modo de conducirse los entes con respecto a nuestro mundo valorativo.

Iván Moreno dijo...

categoría existencial de la publicidad

Sí. Antes de qué nazca, ni siquiera sabíamos que estaba ahí el feto. Igual que los indios precolombinos.

Curioso que se quiera eliminar un ser que ni siquiera sabemos que existe como ser.

O si no... ¿a qué llamas "publicidad"?

Pero no es la apariencia o la posesión de determinada sustancia (llámese ésta alma o ADN) la que humaniza, sino, como he dicho, el modo de conducirse los entes con respecto a nuestro mundo valorativo.

Y ya te he comentado que las valoraciones, cuando se intentan hacer pasar por universales, no son más que dogmas.

¿O acaso valorar al feto como ser digno de derechos no es una valoración?

Así, ni el alma, ni el adn, ni la publicidad. Será siempre lo que tú digas... eso si no impongo antes lo que yo diga, claro está.

Un saludo

Iván Moreno dijo...

deberían hacer algo más que lamentarse por sus queridos nasciturus; tomarse en serio los deberes (rechazados por la madre) que dicen encomiar, no solo comprometiéndose a adoptar "niños por nacer", sino financiando las justas compensaciones que las mujeres exigirán durante los meses de embarazo.

Me parece bien. Y luego si a los 6 meses (o 6 años) me canso del niño que he adoptado, pues o bien me dejan matarlo, o bien que aquellos que hablan de los derechos de los niños se queden con él, y me den las justas compensaciones por esos 6 años (o meses) de educación.

¿Responsabilidad parental? ¿Y eso qué es lo que es?

rojobilbao dijo...

Dice Mikimoss: Pero resulta que el feto no está en el mundo -carece de la necesaria publicidad que requiere la moral, ontológicamente hablando- y no es posible establecer una ética dialógica con lo que no nos hace frente en el mundo ni reclama su lugar en él.

A lo que digo yo: 1º está en el mundo, vaya que sí está que debatimos el derecho a matarlo. 2º ¿No tiene derecho de herencia el feto real (borbón)? 3º ¿tienen dercho los muertos, aquellos con los que no podemos comunicarnos?

Dice Mikimoss: Al final la dignidad del feto (sus derechos) sólo se intuye por medios indirectos, a partir de la reclamación que de aquella realiza su madre

Digo yo: FALSO, TODOS hemos sido fetos, por lo que podemos hablar con propiedad y derecho de los fetos (en general. ¿Una ética universalizable y entras en casuísticas? No un feto, EL feto.

Dice Mikimoss: El nacimiento constituye un suceso ética y ontológicamente reseñable

Digo yo: ontológicamente lo reseñable es la concepción donde el ser comienza. Antes no hay nada, después nada esencialmente diferente (aunque sí juridicamente).

Anónimo dijo...

1º está en el mundo, vaya que sí está que debatimos el derecho a matarlo

No está en el mundo entendido éste como espacio público, no como lugar físico. El mundo es esa dimensión de la existencia donde las cosas nos hacen frente y al valorarlas se hacen un lugar. Del feto sólo conocemos que está ahí, haciéndose presente por mediación de la madre o de otros artilugios. Ese ser "ahí" nos permite introducirlo en el discurso, pero meramente como elemento dialéctico. Su ser es un ser mediado que sólo se manifiesta a través de otros seres, y por ello no convive auténticamente con nosotros, ni, por ende, nuestra moral puede hacerse cargo de su suerte. La única que experimenta el modo de ser auténtico del feto es la madre. Ella es la que negocia con él cada momento de su coexistencia. A ella le va su vida en lo que le ocurra al feto, y a éste en lo que le ocurra a ella.

"2º ¿No tiene derecho de herencia el feto real (borbón)?"

Pero el feto, en cuanto tal, no disfruta de ese derecho. Sólo en el momento en el que el feto viene al mundo ese derecho empieza a funcionar, posibilitando al niño que viva beneficiándose de la herencia. Una cosa es el reconocimiento y otra el disfrute de un derecho. Con el de la vida (que no significa venir a la vida, sino conservar la vida) ocurre exactamente lo mismo, que aunque está reconocido a priori sólo empieza a funcionar cuando la comunidad tiene potestad sobre su nuevo miembro.

"3º ¿tienen dercho los muertos, aquellos con los que no podemos comunicarnos?"

Naturalmente que tienen derechos. Como te he explicado más arriba el mundo público no es un lugar físico, óntico, sino valorativo, relacional. El fallecido coexiste con nosotros en el mundo en forma de lo que llamamos "su memoria". Con respecto a ella nos conducimos y la valoramos como manifestación de "lo que estuvo y ahora falta".


"TODOS hemos sido fetos, por lo que podemos hablar con propiedad y derecho de los fetos (en general. ¿Una ética universalizable y entras en casuísticas? No un feto, EL feto."

Tú no fuiste aquellos fetos para los que quieres derechos. Éstos no pertenecen a tu genealogía, no coexisten contigo, sólo con las mujeres que los llevan dentro. Que fueras un feto es un dato de tú biografía con el que sólo tú puedes negociar, como con el resto de tu pasado. Los demás fetos de los que tienes noticia no están en tu mundo, y sólo puedes categorizarlos porque conoces sus meras propiedades ónticas.


"ontológicamente lo reseñable es la concepción donde el ser comienza. Antes no hay nada, después nada esencialmente diferente (aunque sí juridicamente)."

¿Qué ocurre en la concepción que sea ontológicamente significativo? En esa fase, un espermatozoide y un óvulo se unen, nada más. Nada más significativo que cuando el ácido gástrico disgrega el bolo alimenticio. Puras reacciones físico-químicas. Fluidos que interaccionan, membranas celulares que cambian sus propiedades en respuesta a estímulos químicos.
Nada de eso posee la más mínima repercusión existencial, y menos moral, salvo si estamos instalados en una ontología sustancialista.

El otro extremo ocurre con la muerte, la cual coexiste con nosotros mucho antes de que acontezca el deceso biológico, y además de una manera tan crucial que algunos filósofos piensan que llega a constituir una categoría existencial definitoria de nuestro modo de ser (el hombre como ser para la muerte).

La cuestión es que el nacimiento nos hace públicos a la comunidad, y ello pone en marcha los mecanismos valorativos que posteriormente vienen a justificarse mediante razonamientos morales.