Yo no apagaré la luz el sábado
Publicado por
rojobilbao
on sábado, 28 de marzo de 2009
Etiquetas: ecología
Este sábado, World Wildlife Fund (WWF) quiere que se apaguen durante una hora las luces en todo el planeta como un gesto a favor de la Tierra y en contra del calentamiento global. En España, muchas ciudades tomarán parte en esta iniciativa de manera oficial, entre ellas Barcelona, Madrid, Zaragoza, Granada, Bilbao, Valencia y Segovia. Las luces de monumentos emblemáticos como la Giralda, la Torre del Oro, el Puente de Triana, el Palacio Real, el Congreso de los Diputados y la puerta de Alcalá se quedarán a oscuras.A los españoles se les ha animado, además, a que apaguen las luces en sus casas.
Estos esfuerzos están cargados de buenas intenciones. Pero, desgraciadamente, esta iniciativa es un gesto puramente simbólico que infunde la errónea impresión de que hay fórmulas fáciles e instantáneas para resolver el cambio climático. Aun en el supuesto de que en este sábado 1.000 millones de personas apagaran las luces, toda la operación supondría en su conjunto el equivalente a la suspensión de las emisiones de gases de efecto invernadero de China durante sólo seis segundos. En términos económicos, los beneficios medioambientales y humanitarios de los esfuerzos de todo el mundo desarrollado ascenderían a no más de 10.000 libras esterlinas [alrededor de 10.752 euros al cambio de hoy].
La campaña no pide a nadie que haga algo que le cueste más, como prescindir de calefacción, el aire acondicionado, los teléfonos, internet o la comida caliente. Es de suponer que si alguien se sienta en su casa a ver la televisión, con la calefacción y el ordenador en funcionamiento, podrá afirmar que ha tomado parte en una respuesta al recalentamiento del planeta siempre que mantenga apagadas las luces de su casa. El simbolismo es casi perverso.Además, la iniciativa podría producir una contaminación más elevada en conjunto que si nos limitamos a dejar las luces encendidas.
Cuando se le pide que prescinda de la electricidad, la gente recurre a las velas. Las velas parecen muy naturales, pero son casi cien veces menos eficaces que las tradicionales bombillas incandescentes y más de 300 veces menos eficaces que las luces fluorescentes. Si se enciende una vela por cada bombilla que se apague, el que lo haga no estará reduciendo las emisiones de CO2 en absoluto e incluso, si enciende dos velas, emitirá aún más CO2. Por si fuera poco, las velas contribuyen a la contaminación del aire en recintos cerrados entre 10 y 100 veces más que el nivel de contaminación producido por todos los coches, la industria y la producción de electricidad.
No hay ningún sustituto barato del carbono que quemamos. Esta es la razón por la que muchas promesas de reducciones drásticas de CO2 se quedan simplemente en compromisos vacíos de contenido.Una solución seria al recalentamiento del planeta tiene que centrarse necesariamente en la investigación y desarrollo de energías limpias en lugar de empeñarse en promesas vacías de reducción de las emisiones de carbono.
Estos esfuerzos están cargados de buenas intenciones. Pero, desgraciadamente, esta iniciativa es un gesto puramente simbólico que infunde la errónea impresión de que hay fórmulas fáciles e instantáneas para resolver el cambio climático. Aun en el supuesto de que en este sábado 1.000 millones de personas apagaran las luces, toda la operación supondría en su conjunto el equivalente a la suspensión de las emisiones de gases de efecto invernadero de China durante sólo seis segundos. En términos económicos, los beneficios medioambientales y humanitarios de los esfuerzos de todo el mundo desarrollado ascenderían a no más de 10.000 libras esterlinas [alrededor de 10.752 euros al cambio de hoy].
La campaña no pide a nadie que haga algo que le cueste más, como prescindir de calefacción, el aire acondicionado, los teléfonos, internet o la comida caliente. Es de suponer que si alguien se sienta en su casa a ver la televisión, con la calefacción y el ordenador en funcionamiento, podrá afirmar que ha tomado parte en una respuesta al recalentamiento del planeta siempre que mantenga apagadas las luces de su casa. El simbolismo es casi perverso.Además, la iniciativa podría producir una contaminación más elevada en conjunto que si nos limitamos a dejar las luces encendidas.
Cuando se le pide que prescinda de la electricidad, la gente recurre a las velas. Las velas parecen muy naturales, pero son casi cien veces menos eficaces que las tradicionales bombillas incandescentes y más de 300 veces menos eficaces que las luces fluorescentes. Si se enciende una vela por cada bombilla que se apague, el que lo haga no estará reduciendo las emisiones de CO2 en absoluto e incluso, si enciende dos velas, emitirá aún más CO2. Por si fuera poco, las velas contribuyen a la contaminación del aire en recintos cerrados entre 10 y 100 veces más que el nivel de contaminación producido por todos los coches, la industria y la producción de electricidad.
No hay ningún sustituto barato del carbono que quemamos. Esta es la razón por la que muchas promesas de reducciones drásticas de CO2 se quedan simplemente en compromisos vacíos de contenido.Una solución seria al recalentamiento del planeta tiene que centrarse necesariamente en la investigación y desarrollo de energías limpias en lugar de empeñarse en promesas vacías de reducción de las emisiones de carbono.
Es indispensable que de manera urgente consigamos hacer de la energía solar y de otras tecnologías innovadoras recursos más baratos que los combustibles fósiles, de manera que podamos liberarnos de las fuentes tradicionales de energía durante mucho más tiempo que una sola hora y, a la vez, mantener el planeta en funcionamiento.Todos los países deberían ponerse de acuerdo en destinar un 0,05% de su PIB a la investigación y desarrollo de energías con bajas emisiones de carbono.
No deja de resultar irónico que actos puramente simbólicos nos retrotraigan en estos tiempos a otras épocas más sombrías.
Bjorn Lomborg es profesor de la Escuela de Negocios de Copenhague, divulgador medioambiental y autor del libro El ecologista escéptico.
No deja de resultar irónico que actos puramente simbólicos nos retrotraigan en estos tiempos a otras épocas más sombrías.
Bjorn Lomborg es profesor de la Escuela de Negocios de Copenhague, divulgador medioambiental y autor del libro El ecologista escéptico.
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