Doctrina Social de la Iglesia: algunos apuntes a la carta pastoral



Dedicado a los obispos firmantes con tanto respeto como afecto.

33. La Iglesia es, en ese sentido, la matriz de la acción laical; ésta no puede ejercerse desde la pura individualidad, porque en semejante suelo, como dice el Evangelio, la semilla apostólica, por buena y noble que sea, acabará marchitándose. Por ello, teniendo en cuenta la legítima “autonomía de la realidad terrena” y de la propia persona, deseamos fomentar en nuestras diócesis una triple acción interrelacionada.

En primer lugar, la encaminada a la formación del laicado en la Doctrina Social de la Iglesia. El desarrollo de esta doctrina ha sido dinámico y concreto, buscando responder a los desafíos cambiantes de cada momento histórico. Ese carácter moral práctico la faculta verdaderamente para iluminar el camino a seguir y abrirse a nuevos desarrollos. Por ello deseamos promover una coordinación efectiva entre las instituciones de formación teológico-pastoral, nuestros servicios de laicado y apostolado seglar, y los secretariados sociales y delegaciones de pastoral social, para que impulsen y fortalezcan esta acción formativa de capital importancia.

La acción formativa es necesaria como medio orientado a un fin; por ello, requiere una segunda acción, que es la promoción de grupos laicales en los ámbitos culturales, sociales, científicos, económicos y políticos. La tercera acción, inseparable de las otras dos, es el acompañamiento continuo que estos grupos requieren, para garantizar su calidad y su vitalidad.

Estos párrafos extraídos de la carta pastoral de los obispos de Pamplona y Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria, me dan pie para analizar un texto al que se le pueden sacar tantas valoraciones críticas como positivas. Siendo la DSI tan amplia y heterogénea, este texto se encuentra ampliamente imbuída de ella (no debiera ser de otra manera), para algunos pondrá el acento más en una parte que en otra, e incluso como dijera de “Caritas in veritate” George Weigel parece “un híbrido”, en el que se mezclan el agudo pensamiento sobre el orden social propio del Papa con elementos del enfoque peculiar del Consejo Pontificio Justicia y Paz, de corte anticapitalista.

Encontramos ya en la introducción un lugar común de los textos de la DSI, una apelación al derecho a hablar de un tema sin declararse especialista y sin pretender dar soluciones de tipo técnico:”No pretendemos realizar ningún análisis científico ni aportar soluciones técnicas o políticas. No es nuestra misión. Nuestro deseo es comprender los hechos de manera adecuada, leerlos a la luz de la fe, con especial hincapié en las dimensiones ética y cultural de la crisis, y sacar las debidas consecuencias de conversión y compromiso.” Más un recurso a la captatio benevolentiae, que una realidad. Uno de los obispos firmantes monseñor Iceta, fue durante varios años miembro del Consejo de CajaSur, por lo que sin ser un técnico, de una visión preparada se le puede considerar, además de contar los obispos para esta carta con asesores cualificados. Y añadiré que durante el texto se proponen soluciones de tipo políticas, claramente, por lo que insisto en que no pasa de un recurso estilístico.

Continuando en el prologo encontramos dos interesantes afirmaciones; por una parte leemos una cita de la “Critas in veritate” “El ser humano es totalmente libre sólo cuando es él mismo, en la plenitud de sus derechos y deberes y lo mismo cabe decir de toda la sociedad.” Para a continuación afirmar “Es preciso preguntarnos si la sociedad opulenta y de consumo nos hace más personas; si se la puede considerar justa, frente al escándalo de la pobreza en el mundo y de las desigualdades económicas entre países y en el interior de los mismos, sean avanzados o emergentes.” No sólo importa la literalidad de lo dicho, si no también la interpretación, real o no, subyacente (pues uno puede no querer decir algo pero ser consciente de que se va a interpretar del modo equivocado y por ello es responsable de lo escrito). Así, queda bastante clara la defensa papal de la democracia y del derecho natural que sostiene la libertad humana. Pero de la misma manera que los obispos no se plantean reformular la (im)perfecta democracia en la que nos desarrollamos sí pretenden reformular el concepto de capitalismo, igualmente demostrado como el más aceptable (nadie huye del sistema capitalista para abrazar los otros ya existentes) y parecen justificar dicha reformulación caricaturizando su esencia (sociedad opulenta y de consumo). No creo que ninguno de los dos deba ser reformulado; es más creo que deben ser defendidos como indiscutibles ante los constantes ataques que sufren (especialmente el capitalismo) por los liberticidas de toda época.

En su legítimo interés por enraizar el texto en la DSI, se hace eco de un informe vaticano que afirma de manera falsa que “la tendencia, predominante hasta un pasado reciente, de confiar el funcionamiento del mercado financiero a su capacidad de autorregulación.” Y además subraya tal falsedad con una coletilla aún más sorprendente “El mismo informe señalaba algo en lo que parece existir un gran consenso” gran consenso si ponemos los ojos en un tipo de economistas y analistas que aborrecen la libertad y las pruebas que muestran que donde la libertad de mercado (de la mano de la democracia) se desarrolla con mayor naturalidad, el nivel de vida de la sociedad mejora. ¿Por qué sostengo que el informe afirma algo falso? Veamos el caso de Fannie Mae y de Freddie Mac (ambas intervenidas, para evitar su caída, por el estatal FHFA), tenían un trato especial, recibían líneas de financiación del Tesoro americano y tenían todo su negocio supervisado y regulado: volumen de préstamos, cantidades mínimas de capital, activos totales que podían adquirir, etc. ¿De qué capacidad de autorregulación se habla cuando el sistema financiero está tan intervenido?

Entre tanta pega que estoy poniendo llega el primer olé. Como un rayo de sol en un día nublado se lee una acertada afirmación: “También en algunos países europeos, y entre ellos España, una parte anómalamente elevada de su crecimiento económico se ha debido a una situación de dinero fácil y de boom inmobiliario. Curiosamente, aunque el sentido común hacía ver que tal situación era insostenible, se creó un estado psicológico de euforia que impulsó una “huída hacia adelante”. He ahí la clave del problema en el que nos vemos inmersos, un obsceno volumen de dinero, creado de forma artificial y sin sostén real que ante su baratura, hizo que la gente asumiese inversiones malas y decisiones de compra absurdas que no hizo sino inflar varios mercados, en especial el inmobiliario, haciendo creer a la gente que poseía inmensas riquezas en forma de inversión “segura”. Lastima que no continúen con su análisis y pongan el foco en el desastre que supone para la gente el sistema monetario internacional.


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