La sociedad vasca, enferma al cuadrado



6 de junio de 2010. El médico de familia de Kepa Elortza, un vecino de Oñate, le da un volante para que acuda cuanto antes al especialista de Digestivo, tras haberle detectado sangre en las heces. Diez meses después, el 13 de abril de 2011, el paciente se somete a una colonoscopia en el hospital Alto Deba, que atiende a la población de la comarca de Mondragón.

No es un caso de demora incomprensible por colapso de la lista de espera, ni se debe a que se traspapelara la petición. Nada de eso. La única razón que explica los diez largos meses que Kepa estuvo sin ser visto por un especialista es que exigía comunicarse en euskera con el facultativo. Al no haber ninguno bilingüe en su centro de referencia, los meses fueron pasando.

Las imbecilidades que es uno capaz de hacer perjudicando su salud (quedarse sin consulta pro el idioma, no reclamar su derecho), son personales pero delatan al sujeto. Al periodista Santiago Gonzalez le ha dado pie para traernos un fragmento de una charla que diera por el año 2008 y que os reproduzco por su interés y perspicacia.

Este papel que tengo aquí es una copia del BOPV correspondiente al 9 de noviembre de 2006. Se trata del “Baremo de méritos de la categoría de médico” para todos aquellos profesionales que quieran obtener plaza de tales en el Servicio Vasco de Salud – Osakidetza. Imaginemos un caso hipotético: un estudiante de Medicina. Durante los seis años que dura su carrera ha obtenido cinco matrículas de honor en cada curso. Eso basta para considerarlo un estudiante brillante y para pensar, con un alto grado de probabilidades, que será un profesional muy competente.

Si nuestro héroe imaginario quiere ser médico de Osakidetza, su currículum académico será valorado con 0,2 puntos por cada matrícula. Es decir, 6 puntos. Céteris páribus, un estudiante mediocre que ha apurado convocatorias y repetido curso, pero es euskaldun y puede acreditar el PL1, tendrá por ello 8 puntos, es decir, le madrugará la plaza al anterior. El Perfil Lingüístico 2 está baremado con 16 puntos. Haber sido catedrático en una Facultad de Medicina acredita 1,2 puntos. Cada ponencia presentada en un Congreso Internacional vale 0,2 puntos. O sea, que el de las matrículas de honor, después de ser catedrático en una Facultad y haber participado como ponente en congresos internacionales, consiguiendo el máximo de puntuación por cada uno de los tres conceptos, alguien, en suma, con el currículum de Ramón y Cajal obtendría un máximo de 12,5 puntos para sentar plaza en Osakidetza. Nada que hacer frente al del PL2, que tiene 16 sólo por hablar euskera con título de la Escuela de Idiomas. ¿Qué tendrá la Escuela de Idiomas que no tenga la Facultad de Medicina, si de formar médicos se trata?¿tendríamos que ir a buscar buenos traductores a la Facultad de Ciencias Químicas?

No puede decirse que esta actitud impulse la causa del euskera, sea lo que sea lo que signifique esto. Lo van a entender fácilmente. Supongan que tienen que ser intervenidos quirúrgicamente. En el momento de entrar en el quirófano, el anestesista y el cirujano le hablan en euskera. Déjenme que fuerce el supuesto hasta el absurdo: ¿No preferirían que ambos fueran analfabetos en euskera? Estando así las cosas, sería una garantía de que han conseguido su plaza por otros merecimientos profesionales que son más de interés para el supuesto que les propongo.


3 comentarios:

Errea dijo...

Pensará que los médicos vascoparlantes saben de mierda como pocos; aunque haya lehendakaris con boina de quita y pon que emigran para sus intervenciones.
Este enfermo intestinal y de cabeza no tendrá arreglo mientras no se quite la boina.

rojobilbao dijo...

Miedo me da que actúe de la misma manera ante una enfermedad de algún descendiente. Es capaz de dejarlo morir en euskera antes de que lo traten en castellano.

atroma dijo...

Y eso que la expresión de dolor se traduce igual… ¡AY!

Todas estas idioteces de inmersión o perfiles lingüísticos responden a un objetivo político escalofriante dentro de la ingeniería social socialista. Si enseñan a sus cachorros el euskera las probabilidades de que sus cerebritos emigren a cualquier lugar, aunque sea España, disminuyen. Al igual que la instrucción profesional premie el conocimiento lingüístico por encima de la universalidad académica les convierte en carne de funcionarios.

Como todas las ingenierías sociales, fracasara.