Una pésima solución


Ayer sábado día 6, el diario ABC publicó una entrevista al cardenal Zen, obispo de Hong Kong. En dicha entrevista leí con horror que la solución que plantean ciertos cardenales en el Vaticano al problema de la Iglesia en China pasa por el abandono a Taiwán.
No es éste lugar para recordar las visicitudes por las que ha pasado Taiwán, pero sí aclararé que es una democracia al estilo occidental, donde la libertad religiosa está asegurada. Por contra en China existen dos Iglesias. La Patriótica Oficial, que depende del tirano gobierno comunista chino, con cuatro millones de fieles estimados, y la Clandestina, con algo más del doble de fieles y dependiente del Vaticano (no debe ser de otra manera). Esta comunidad está perseguida y numerosos de sus sacerdotes encarcelados.
Taiwán es un país sólo reconocido hoy día por 25 estados, ya que China exige para sus relaciones diplomáticas ser reconocida como la única China oficial (afirman que Taiwán es una isla rebelde e insolente) y que por lo tanto no se reconozca la estatalidad de Taiwán. Pues bien, la solución que ciertos cardenales plantean según el cardenal Zen, que aplaude la decisión, es la de NO reconocer Taiwán como estado soberano y normalizar las relaciones con la China comunista. Lo justifica desde un punto de vista utilitarista, diciendo que los católicos taiwaneses no sufrirían con el cambio, pero que los fieles chinos continentales dejarían de sufrir perseución. Sin entrar a valorar lo que supondría en un futuro que China se desdijese de esos hipotéticos acuerdos, lo que está claro es que sería mostrarle al mundo que la Iglesia (el Vaticano como cabeza visible) se doblega ante los tiranos para evitar mártires. ¡¡Y lo dice el cardenal Zen en el año del aniversario de San Francisco Javier!!

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