Modernismo: una reliquia actual



Se han cumplido cien (100) años de la encíclica "Pascendi Dominici Gregis", un centenario sin pena ni gloria mediática pero que se ha visto muy actualizada por parte de Benedicto XVI.

La encíclica era una respuesta al "modernismo", herejía de finales del XIX e inicios del XX, que bien mirada sigue estando presente entre nosotros. Dos de sus artífices fueron españoles, el cardenal catalán Vivés y Tutó y el Secretario de Estado Merry del Val.

Según el teólogo Pizziolo, son dos cuestiones las que caracterizan al modernismo:

La primera cuestión se refiere a la exégesis bíblica. Según los modernistas, en particular Alfred Loisy, la exégesis científica aplicada a la Biblia es la única que acierta cosas seguras y verificables. La lectura de fe, en cambio, “no es real: es una lectura puramente subjetiva, fruto del sentimiento religioso”.

Dice el Padre Sale SJ: “Según ellos el movimiento de reforma de las ciencias religiosas, como ellos lo llamaban, no había comenzado partiendo de determinadas teorías filosóficas, sino de la crítica histórica y de la nueva exégesis de la Sagrada Escritura. Es decir, ellos ponían como fundamento de su propuesta de cambio sustancial no a la filosofía, sino a la historia, o mejor dicho a la historia sacra, liberada de las adulteraciones y restituida a su estado genuino original, a través del nuevo método histórico-crítico”.

Referente a esto leemos en la encíclica:

Según el agnosticismo, la historia, no de otro modo que la ciencia, versa únicamente sobre fenómenos. Luego, así Dios como cualquier intervención divina en lo humano, se han de relegar a la fe, como pertenecientes tan sólo a ella. Por lo tanto, si se encuentra algo que conste de dos elementos, uno divino y otro humano —como sucede con Cristo, la Iglesia, los sacramentos y muchas otras cosas de ese género—, de tal modo se ha de dividir y separar, que lo humano vaya a la historia, lo divino a la fe. De aquí la conocida división, que hacen los modernistas, del Cristo histórico y el Cristo de la fe; de la Iglesia de la historia, y la de la fe; de los sacramentos de la historia, y los de la fe; y otras muchas a este tenor.


Y nuestro actual Papa, en su reciente libro sobre Jesucristo afirma querer poner en su sitio los errores del método histórico-crítico, y que el estudio de las Sagradas Escrituras exige la iluminación de la Fe. Esto es un espaldarazo a la encíclica que parece pasar un tanto desapercibida.

La segunda característica del modernismo, según Pizziolo, se refiere a la revelación divina. Los modernistas identificaban la revelación como una experiencia puramente interior, en el sentimiento religioso o místico.

A esto replica la encíclica:

Los modernistas establecen, como base de su filosofía religiosa, la doctrina comúnmente llamada agnosticismo. La razón humana, encerrada rigurosamente en el círculo de los fenómenos, es decir, de las cosas que aparecen, y tales ni más ni menos como aparecen, no posee facultad ni derecho de franquear los límítes de aquéllas. Por lo tanto, es incapaz de elevarse hasta Dios, ni aun para conocer su existencia, de algún modo, por medio de las criaturas: tal es su doctrina. De donde infieren dos cosas: que Dios no puede ser objeto directo de la ciencia; y, por lo que a la historia pertenece, que Dios de ningún modo puede ser sujeto de la historia. (...) Pues si juzgamos la Biblia según el agnosticismo, a saber: como una obra humana compuesta por los hombres para los hombres, aunque se dé al teólogo el derecho de llamarla divina por inmanencia, ¿cómo, en fin, podrá restringirse la inspiración? Aseguran, sí, los modernistas la inspiración universal de los libros sagrados, pero en el sentido católico no admiten ninguna.

Se ha acusado a la Iglesia de utilizar metodos indignos para defender la causa anti-modernista. Un ejemplo podría ser la excomunión del abate Loisy (anteriormente citado), el cual afirmaba cosas como "Dios es autor de la Biblia como arquitecto de San Pedro de Roma y de Notre-Dame de París... Jesucristo no tuvo ni siquiera idea de los sacramentos de la Iglesia... Jesucristo fue sencillamente el hijo natural de José y María; fue un inconsciente, víctima de un error grosero, frustrado en todos sus planes cuando menos lo pensaba,arrojado a la fosa común, donde se corrompió su cuerpo."

Vamos, que se excomulgaba él sólo sobre todo conociendo las disposiciones del reciente Concilio Vaticano I, que decía «Si alguno dijere que el hombre no puede ser elevado por Dios a un conocimiento y perfección que supere a la naturaleza, sino que puede y debe finalmente llegar por sí mismo, mediante un continuo progreso, a la posesión de toda verdad y de todo bien, sea excomulgado».

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