Sobre aborto, religión, ciencia...

Francis Collins, director del Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano, acaba de publicar en España un libro ¿Cómo habla Dios? (“The language of God”)

Algunas de sus opiniones, no todas necesariamente de mi gusto, pero son las que son:

Recientemente también ha sido posible comparar nuestro ADN con el de otras muchas especies. La idea de que todos los seres vivos descendemos de un precursor común se apoya en una evidencia contundente. Como cristiano que cree en la Biblia, no quisiera que fuera así necesariamente. Pero es así. Y negarlo sólo hace un flaco favor a la fe. Sin embargo, no tengo ninguna dificultad en compaginar esto con mis creencias como cristiano porque creo que Dios tuvo un plan para crear unas criaturas con las que pudiera relacionarse, en las que pudiera inspirar una ley moral, en las que pudiera infundir un alma, y a las que pudiera dar una voluntad libre como regalo para poder tomar decisiones sobre nuestro propio comportamiento; un don que nosotros a menudo utilizamos para hacer lo que no debemos. Yo creo que Dios utilizó el mecanismo de la evolución para conseguir su objetivo.


Si Dios es real, y yo creo que sí, entonces Dios está fuera de la naturaleza. No está, por tanto, limitado por las leyes de la naturaleza como lo estamos nosotros. En ese mismo momento en el que el universo fue creado, en esa inimaginable explosión de energía, Dios tenía el plan de cómo todo aquello se fusionaría en estrellas y galaxias, planetas, y cómo la vida llegaría en un pequeño planeta cerca del borde externo de una galaxia espiral. Y en última instancia, después de cientos de millones de años, daría lugar a criaturas inteligentes en las que podría infundir el deseo de buscarle y el conocimiento del bien y del mal. Y todo esto ocurrió en su mente en un abrir y cerrar de ojos. Puede parecer que todo este proceso es al azar y por tanto su resultado es impredecible, pero, sin embargo, para Dios no fue así.

También me ayuda a apreciar que los tipos de preguntas que la ciencia puede contestar tienen límites. Y es entonces cuando me vuelvo a Dios para encontrar sus respuestas. La ciencia me dirá cómo funcionan las cosas. No me dirá porqué estamos aquí, cuál es la finalidad de la vida, o qué sucede después de la muerte. Para esto necesito la fe. Y estoy muy agradecido de poder beneficiarme de ambas formas de conocimiento para poder apreciar en su totalidad el maravilloso don de la vida que nos ha sido dado.

Creo que hemos recibido el don de la capacidad de entender muchos aspectos de nuestras estructuras mecánicas, incluido nuestro libro de instrucciones. Y también discuto que, por supuesto, esto no es todo. El conocimiento que tenemos sobre la biología y la genética humana no es ni bueno ni malo. Es sólo conocimiento. La aplicación que decidamos hacer de este conocimiento tiene un carácter moral. En este sentido, las personas aceptan, en general, las aplicaciones que desarrollemos para curar o prevenir enfermedades terribles. Ciertamente aliviar el sufrimiento y ayudar a aquellos que están enfermos dándoles la oportunidad de curarse es el mandato de todas las grandes religiones del mundo. Y pienso que el estudio del ADN del genoma humano es una oportunidad maravillosa y sin precedentes de poder hacerlo. Pero, ¿cuáles son los límites? ¿Aceptamos la idea de ir más allá del tratamiento de las enfermedades y de mejorar ciertas características humanas?

A mí me preocupa el hecho de que las aplicaciones de la genética que en este momento son posibles se concretan en las áreas prenatales. Esta no es la razón por la que yo entré en esta disciplina. La razón era buscar la manera de tratar las enfermedades más que impedir que esos individuos nacieran (hace referencia a los abortos al conocer deficiencias en los fetos). Pero, por supuesto, en nuestra sociedad actual las personas tienen la oportunidad de beneficiarse de estas tecnologías.

Los científicos con frecuencia ven una caricatura de lo que es la fe. Llegan a la conclusión de que la fe es algo a lo que se llega exclusivamente por el sentimiento. No perciben la noción de que la fe puede ser una elección completamente racional, como lo fue para mí.

Necesitamos todas las formas de conocer posibles, todas las formas de decir la verdad. La Ciencia es una. La Fe es otra. No son opuestas para nada. Son formas diferentes de contestar a las preguntas más importantes.


Porque escucho las opiniones diferentes sin ofuscarme, siempre que se razonen. Otra cosa es que esté de acuerdo con ellas.



Más aquí.

5 comentarios:

rsanzcarrera dijo...

Muchas gracias por incluir este artículo en tu blog. No lo conocía. Seguiremos en contacto.
Un cordial saludo de Rafael y Feliz Navidad

octopusmagnificens dijo...

A mí me parece un chalado obsesionado con esos seres fantásticos de su imaginación.

Anónimo dijo...

"Creo", "a mí me parece", "creo", "estoy muy agradecido", "creo".

No me interesan las impresiones de un particular. Me interesan las verdades. Y estas no son personales, ni se encuentran en el campo de las intuiciones.

rojobilbao dijo...

No me interesan las impresiones de un particular.

Eigen,si en vez de decir , "creo" o "me parece", dijese "sé" o "es", tampoco le harías no caso.

Tú quieres meter los dedos en la llagas como Santo Tomás, y yo te comprendo perfectamente, pero como dice Cristo, "porque me has visto has creído; dichosos los que creerán sin haber visto.

joandro dijo...

He leído el libro: es genial. Viene siendo una actualización del pensamiento de C. S. Lewis al que también os recomiendo. Saludos.