Spaeman, siempre brillante

 Si no es un sueño que yo hable con usted, esta conversación formará siempre parte de la realidad; pertenece al pasado. Nadie puede anular el pasado, que es una presencia que ha transcurrido. El futuro está indisolublemente ligado a la presencia. Ninguna alegría vivida podrá ser algo no experimentado algún día. Ningún dolor real podrá un día no haber sido sufrido. Pero ¿qué clase de ser es el ser del pasado? Si no hubiera hombres sobre la tierra que puedan recordarlo y nuestro planeta dejara de existir, nosotros no podemos decir que esta conversación nuestra no haya tenido lugar. No podemos ni pensarlo. Debemos pensar en una conciencia absoluta en la que todo lo que sucede es conservado. A esta conciencia, la llamamos Dios.

Es un grande.

7 comentarios:

Stewie Griffin dijo...
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rojobilbao dijo...

Comentario suprimido por referirse a otra entrada.

Marzo dijo...

>Debemos pensar en una conciencia absoluta en la que todo lo que sucede es conservado.

Pues... no veo que debamos. Y, supuesto que debiéramos, no veo que debamos llamarlo una consciencia. No tengo problema con llamarlo Dios, en cambio.

El problema con Dios es que, en efecto, Dios es necesario, pero sólo si hay Dios; en cambio, si no hay Dios es evidente que Dios no es necesario (supongo que no estamos hablando de necesidad psicológica). Y, dado que si hay o no hay Dios es lo que yo ignoro en primer lugar...

rojobilbao dijo...

Marzo si sin recuerdo no hay existencia, que es de donde parte, hace falta un Dios que sirva de recordador.

Eetión dijo...

Del texto que enlazas:

"Wittgenstein escribe que ésta es la gran ilusión moderna: creer que las ciencias nos explicarán el mundo. De hecho, las mismas leyes naturales necesitan ser explicadas; provocan siempre un estupor, como le ocurrió a Einstein."

Cuanto razón. El conocimiento se limita a lo congnoscible por la ciencia, que aunque siendo una herramienta asombrosa, nos deja insatisfechos ante determinadas preguntas que explican nuestra existencia y nuestro fin a alcanzar.

educantabro dijo...

Esta forma de entender a Dios me recuerda un antiguo cuento de ciencia ficción. Cuenta como los hombres crean un súper-ordenador que se va haciendo con toda la información posible para ayudar a la humanidad en sus problemas. Llegado el fin de esta, el súper-ordenado, con su cocimiento adquirido, se las ingenia para seguir existiendo y almacenando toda la información posible del universo, hasta el final mismo del universo, en el que solo queda este súper-ordenador con toda la información almacenada en su mente. Tras unos eones de procesamiento el ordenador suelta un comando para ser ejecutado. Este comando dice "Hágase la Luz". Fin.

Fernando dijo...

No entendí por qué hay que vincular (específicamente) la memoria con Dios. Hay ahí un salto en el vacío que no puedo comprender.

Más fascinante me parece cómo la memoria y la imaginación tienden a confundirse, cómo a veces imaginamos algo y luego recordamos haberlo imaginado y al final sentimos que realmente ocurrió, mientras que el recuerdo de cosas reales se va debilitando y queda al final con la apariencia de una invención.