Un sacramento: Penitencia

Nueva entrada en católicos-on-line: La confesión, toda una necesidad.

Pero ¿hay más? Sí, claro. Uno de las más maléficas características del pecado es que prepara nuestra alma para repetir la falta e incluso probar con faltas nuevas. El mal llama al mal. Por ello debemos cuidar nuestra alma para que esté alerta y en Gracia, no vayamos pasito a pasito adentrándonos en un ponzoñoso lodazal del que más nos cueste salir y dónde la necesaria reparación sea más difícil de realizar. Quien mantiene una saludable vida espiritual con frecuente confesión, reconoce abiertamente sus beneficios, la fuerza que encuentra para no pecar en gran medida, las ayudas con las que cuenta para minimizar las faltas y para reconocer sus fallos y volver al confesionario. No vuelve a uno más exigente, en el sentido de querer escudriñarse buscando de manera mortificante algo que echarse en cara, pero si vuelve a uno más capaz de decirse, "otra vez lo has hecho mal, esto hay que arreglarlo y debo luchar con más intensidad". El sacramento de la confesión no sólo perdona los pecados sino que confiere al penitente una gracia −llamada sacramental− apropiada para luchar contra los defectos y pecados confesados, por ello aún no siendo estrictamente necesario, conviee confesar también los pecados veniales, sobre todo aquellos recurrentes contra lo que se quiere luchar con especial ahínco.

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