Energía nuclear y religión

El primer aniversario del terremoto que provocó la "catástrofe" atómica se pretendía que se transformase en una especie de «Asís ecologista» para empujar al gobierno japonés a abandonar completamente los programas nucleares, a cerrar las tres centrales en funcionamiento y a bloquear la construcción de la cuarta. Casi setenta denominaciones y confesiones religiosas se han sumado al llamamiento lanzado por los organizadores, coordinados por la religiosa budista Shih Chao-hwei. Pero...

El pero (más que razonable) lo ha puesto la Iglesia católica.  La Iglesia en Japón sigue las orientaciones que en esta materia da la Santa Sede y explica que el Vaticano pide a los obispos que mantengan una posición neutral respecto a la energía nuclear. El párrafo 470 del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, sobre la cuestión energética, invita a la comunidad científica a «continuar» con el triple compromiso de identificar nuevas fuentes energéticas, desarrollar las alternativas y alzar los niveles de seguridad de la energía nuclear. La Doctrina Social de la Iglesia, ha subrayado monseñor Crepaldi, introduce la energía nuclear en la «común responsabilidad de la humanidad para construir su progreso futuro, en el respeto no, como a menudo se dice, de los derechos del (medio) ambiente, porque el ambiente entendido de manera naturalista no tiene derechos, sino de los derechos de los hombres, comprendidos los pobres de hoy y de mañana y las generaciones futuras».

A pesar de la neta condena del uso de las armas atómicas, la energía nuclear se califica como «un derecho inalienable para el desarrollo económico y social». Ahora bien, «La conferencia episcopal no tiene nada en contrario si algunos representantes del clero y fieles católicos se suman a título personal a iniciativas y protestas contra la energía nuclear»

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