Navidad politizada

Santa Claus es una figura mundialmente conocida inspirada en San Nicolás, Obispo de Europa del Este que solía repartir regalos a los pobres por Navidad. En algunos países sustituye a los tradicionales Reyes Magos de Oriente y en otros, los de tradición más católica, convive con ellos como encargado de llevar la ilusión a los hogares en esas fechas tan especiales.

En el País Vasco y en parte de Navarra desde hace unos años se ha extendido la costumbre de ir desplazando a los Magos de Oriente y sustituirlos, en los ambientes más nacionalistas sobre todo, por el Olentzero. La leyenda dice que el Olentzero es un carbonero borrachín de gran barriga que habla euskera y baja de los montes para llevar a niños y mayores los presentes navideños, viste el traje tradicional del aldeano de cada zona y fuma en pipa.

Con la llegada de la democracia gran parte de las familias nacionalistas enterraron a los Reyes y el carbonero de mejillas sonrosadas y boina calada tomó su lugar en el imaginario abertzale. Las instituciones vascas se encargaron de fomentarlo y cada año una importante partida de los presupuestos navideños del gobierno vasco, diputaciones forales, ayuntamientos y cajas de ahorro nos recuerdan machaconamente quién es el portador de la alegría por Navidad en esta tierra.

En los últimos días he vivido dos anécdotas con un par de compañeras en el trabajo que creo que pueden servir para ilustrar cuál es el poso que ha dejado, de manera subliminal, el empeño en la difusión de la figura del mencionado carbonero vasco.

- Mira que collar me ha traido el Olentzero, Luis. ¿A que es precioso?
- Muy bonito Susana, además te va muy bien con esa camisa.
- ¿Y a ti el Olentzero qué te ha dejado?
- A mí nada, en mi casa vienen los Reyes.
- Joder, qué monárquico eres, ¿no?
- No, lo que soy es cristiano.
- Ah (con cara de asombro).

- A mi marido Iñigo le regalé ropa por el Olentzero pero se me ocurrió comprarle una entrada para el concierto de julio de los Rolling en Barcelona y se la puse en Reyes. No veas lo contento que se puso, daba botes de alegría por el pasillo al grito de: ¡Joder con los Reyes, qué regalazo! ¡Me voy a hacer español!

Y estamos hablando de adultos que de pequeños disfrutaron de la incomparable ilusión de la Cabalgata en la mágica noche de Reyes. Si el mensaje del aparato abertzale ha conseguido que cambien sobre la marcha, asusta pensar cómo se está manipulando a los niños vascos politizando la Navidad.

1 comentarios:

rojobilbao dijo...

Resulta absurdo sustituir una tradición demostrada y con bases históricas por algo tan mézquino como diferenciarse del resto de España incluso en esto. Aludir a la ventaja de regalar a los niños muchos días antes de la reentré en el colegio es asi mismo poco lógico. ¿acaso no van a disfrutar de sus juguetes el resto del año? Así, desde luego, lo que se fomenta es el gusto por lo nuevo, el vicio de lo novísimo, que no hace sino acelerar nuestras vidas.
Lo que no cabe duda es que la cabalgata de los reyes magos (a D-os gracias) sigue siendo el momento mágico de la navidad para los más pequeños, y no hay Olentzero o gordito cocacolero que pueda con la belleza y magia de un negro enjoyado sobre un camello.