Miserable

Se puede opinar que la exaltación de los mártires (en el cristianismo) resulta una merma del valor de la vida. A mi me parece una bobada, pero es algo opinable. Lo que es de miserables es justificar tal aserto con un ejemplo tan repugnante, desacertado y poco caritativo:

En otra dirección, la glorificación del martirio es un hecho intelectualmente comentable. Dar la vida -en un acto concreto- por una causa exalta pedagógicamente el valor de la causa, pero, tal vez sin pretenderlo, merma el valor dado a la vida humana, incluida, por supuesto, la del mártir. Ahora tenemos por ahí a los suicidas de Alá y a otros terroristas que, siendo obvio que siegan vidas ajenas, también están dispuestos a inmolar la suya persuadidos de que su causa lo merece y la gloria eterna -concedida por un dios o por una Patria- les aguarda.

El artículo de Manuel Hidalgo sobre los 498 mártires aquí.

6 comentarios:

Ignacio dijo...

Este tipo de gentezuela sirve porque hace las argumentaciones necesarias para justificar su desmanes.
Estamos en un estado nazi, asumelo

ayalgueru dijo...

que barbarida ,,, los martires cristianos no mataron a nadie , los shahid musulmanes mueran con la finalidad principal de matar a los demas.

ayalgueru dijo...

Barbaridad

AMDG dijo...

La verdad que sí, porque el cristiano tiene la obligación de ciudar de su vida, pero si se la quitan por cristiano, pues eso, se le hace martir.

El miserable este se relamería de gusto si hubieran apostatado para salvar su vida, pero no ha tenido esa suerte, así que suelta su mala bilis.

Compararlos con los terroristas suicidas deja claro quien es el individuo.

Anónimo dijo...

¡MENUDA CENA!

No conozco a Manuel Hidalgo más que de leer sus artículos, verle por Pamplona y de la cena que nos dio en Burguete, pueblo del Pirineo Navarro.
De vuelta de Toulouse a Pamplona con mi hermana decidimos quedarnos a cenar en Burguete, situado a unos cuarenta kilómetros de la capital. Un hotel pequeño con un comedor pequeño con unas ocho mesas pequeñas. La mesa del fondo izquierdo, si puede llamarse fondo a la situada a unos 5 m. de la entrada, la ocupaban Manuel Hidalgo con un hijo adolescente y una señora; a la derecha, otra con tres personas. Nos quedamos frente a la entrada; discretamente apartados, con la discreción que permiten las dimensiones de aquel comedor. Más tarde entró otra pareja.

Nos llamó la atención el timbre y el tono de voz de Hidalgo, es grave y en tono grave se pasó toda la cena abroncando a su hijo. Fue un monólogo desagradable de presenciar. Supusimos que razón no le faltaría para una reprimenda; pero de principio a postre fue un exceso. A nosotros nos dio la cena y a su hijo una paliza verbal.

Padres que han dado su vida por sus hijos e hijos por sus padres. Socorristas innominados que se la juegan por gente desconocida en situaciones peligrosas por un sentido de humanidad.
Los mártires de aquí y los de Alá ¿en la misma línea de llegada?. Remata el artículo con esta sentencia:
“Lo mejor sería, en definitiva, alejar la virtud de cualquier cercanía de la violencia. Por si acaso.”

Ni María Goretti, ni los frailes y monjas de clausura asesinados pudieron alejarse de la violencia. ¡Ah! ni el hijo de Don Manuel Hidalgo en la cena de Burguete.

Anónimo dijo...

Es imposible siquiera intentar comparar a los mártires cristianos con los asesinos al por mayor de la religión de ese dios que se hace llamar Allah.