Aviso antiestatista divino
Samuel 8, muestra claramente que los males del estatismo vienen de antiguo y que el mismo Dios advertía sobre ellos.
Los libros de SAMUEL formaban originariamente una sola obra, que luego fue dividida en dos partes, debido a la considerable extensión de la misma. Esta obra abarca un amplio e importante período de la historia de Israel. Es el que transcurre entre el fin de la época de los Jueces y los últimos años del reinado de David, o sea, entre el 1050 y el 970 a. C. Israel vive en este tiempo una difícil etapa de transición, que determina el paso del régimen tribal a la instauración de un estado monárquico.
Samuel fue el guía espiritual de la nación en los días oscuros de la opresión filistea. Firmemente arraigado en las tradiciones religiosas de Israel, luchó más que ningún otro por mantener viva la fe en el Señor, estimulando al mismo tiempo el fervor patriótico de los israelitas y la voluntad de resistir a la dominación extranjera. Una vez instaurada la realeza, le prestó su apoyo, pero nunca dejó de afirmar que por encima de la autoridad del rey está la Palabra del Señor, manifestada por medio de sus Profetas.
Samuel repitió todas estas palabras de Yahveh al pueblo que le pedía un rey, diciendo: «He aquí el fuero del rey que va a reinar sobre vosotros. Tomará vuestros hijos y los destinará a sus carros y a sus caballos y tendrán que correr delante de su carro. (...) Tomará vuestros campos, vuestras viñas y vuestros mejores olivares y se los dará a sus servidores. Tomará el diezmo de vuestros cultivos y vuestras viñas para dárselo a sus eunucos y a sus servidores. Tomará vuestros criados y criadas, y vuestros mejores bueyes y asnos y les hará trabajar para él. Sacará el diezmo de vuestros rebaños y vosotros mismos seréis sus esclavos. Ese día os lamentaréis a causa del rey que os habéis elegido, pero entonces Yahveh no os responderá.
¿Por qué se empeñaron en tener un rey? El pueblo no quiso escuchar a Samuel y dijo: «¡No! Tendremos un rey y nosotros seremos también como los demás pueblos: nuestro rey nos juzgará, irá al frente de nosotros y combatirá nuestros combates.» Como me recuerda esto a aceptar las leyes como la del aborto para estar acorde con el resto de Europa.
4 comentarios:
Vaya cantidad más brutal de imprecisiones, medias verdades y lecturas sesgadas.
En la historia bíblica, Israel pide tener reu como las demás naciones, sí, mientras es de facto una teocracia dirigida por los jueces, Samuel entre ellos. El pueblo pide tener rey, sí, y dios les dice todo lo malo que les va a pasar (el rey pedirá impuestos, como dios pide diezmos para su templo, pedirá jóvenes para la guerra igual que dios los pide para la conquista de Canaan, tomará vuestros mejores asnos y reses, igual que dios exigía que fueran piezas sin mancha las sacrificadas en holocausto y las mejores partes... para los levitas...). Vemos que, de hecho, dios les previene de cosas que él mismo hace. Su nuevo rey será malvado por comportarse como dios se comporta.
Pero no contento con eso, es el mismo dios el que elige primero a Saúl y luego a David, por lo que los males vendrán encima determinados no por la voluntad popular sino por el designio divino.
Aunque claro, entre una teocracia (periodo de jueces), una tiranía de origen divino a-la-iraní (Saúl-David et alia) y una democracia ya vemos qué es lo que prefieres.
Judas, Israel es un pueblo teocrático, es decir, un pueblo cuyo único jefe es Yahvé; el rey no es ni puede ser otra cosa, que el lugarteniente de Yahvé. La realeza israelita no podía constituir una realidad política autónoma, como sucede entre las demás naciones. Por eso Samuel se enfada con la petición. Aunque el carácter militar de estos "jueces" es evidente, el libro pone de relieve que todos ellos actuaron como instrumentos del Señor, suscitados y movidos por su Espíritu para llevar a cabo una misión especial, en un preciso momento y por un tiempo limitado (por estas dos últimas características podrían evocar a los tiranos griegos).
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Sobre este tema traigo este texto:
5. Samuel y la institución de la monarquía en Israel. S. muestra, por una parte, su repugnancia a la elección de un rey y, por otra, su colaboración para que se consolide un reino fiel a Dios. Pero es explicable una y otra cosa en S. sin forzar el texto: S. sabe que a Dios le desagrada que el pueblo le pida un rey. Pero Dios condesciende y manda a S. que escuche al pueblo, advirtiéndole de los peligros de un rey (1 Sam 8,1 ss.); en adelante S. mostrará al pueblo la equivocación de haber pedido un rey, sobre todo cuando por su causa se menosprecia el derecho de Dios (1 Sam 8,10 ss.; 12,125; 13-7-14; 15,23). Por otra parte, fiel al mandato de Yahwéh, unge a Saúl como rey (1 Sam 10,1) y lo presenta al pueblo en Masfa (1 Sam 10,17-27); renueva el reino con todo el pueblo en Gálgala, ofreciendo sacrificios de acción de gracias a Yahwéh en medio de gran regocijo (1 Sam 11,14-15); pide a Yahwéh para que el pueblo tema a Yahwéh y no perezcan con el pueblo y el rey (1 Sam 12,23-25); cuando Saúl desobedece a Yahwéh, S. «se entristeció y estuvo clamando a Yahwéh toda la noche» (1 Sam 15,10-11); S., que había tomado afecto a Saúl, escucha estas palabras de Yahwéh: «¿Hasta cuándo vas a estar llorando sobre Saúl, a quien he rechazado para que no reine más sobre Israel?» (1 Sam 16,1). Por desobedecer Saúl el mandato divino Yahwéh busca a otro para jefe de su pueblo (1 Sam 13,13-14); S. es el instrumento de la voluntad de Dios y unge a David (v.) rey de Israel, a pesar de su repugnancia por un rey de Israel, pero es de nuevo obediente al mandato de Dios y artífice de la unidad del pueblo, que llega a su esplendor con David y Salomón. Hay una idea repetida en boca de Yahwéh y de S., que ennoblece la resistencia de éste a la monarquía: «Yahwéh dijo a Samuel: Oye la voz del pueblo en cuanto te pide, pues no es a ti a quien rechazan, sino a mí, para que no reine sobre ellos» (1 Sam 8,7): «vosotros hoy rechazáis a vuestro Dios, que os ha librado de vuestros males y de vuestras aflicciones, y le decís: ¡No, pon sobre nosotros un rey! » (1 Sam 10,19).
Rojobilbao,
Creo que el cristianismo tiene poco de anti-estatista, pero creo que para aquellos que somos cristianos y liberales es posible, como haces tú, intentar conciliar nuestras posturas teológicas y políticas partiendo de la Biblia. Gracias por el ejemplo de Samuel 8.
Para una pespectiva distinta, aunque poco liberal, sobre las autoridades y la Biblia a lo mejor te interesa esto: http://www.tiempodehablar.org/index.php?option=com_content&view=article&id=553:dilema-autoridades-biblia&catid=13:wenceslao-calvo&Itemid=94
Un saludo.
rojobilbao, eso es como si me dices que los iranís son un pueblo teocrático, cuyo único jefe es Alah. La disidencia iraní no puede constituir un poder político autónomo, como en Occidente. Por eso Ahmy esta enfadado cuando le piden democracia.
Aunque el caracter militar de los Guardianes de la Revolución es evidente, todos ellos actúan como instrumentos de Alah para llevar a cabo su misión especial. Lo del tiempo limitado no viene en mi Biblia, claro.
Pero vamos, no me vas a negar ahora que es dios el que elige al rey, ¿no? Habrase visto, un dios haciendo estatismo sólo porque se lo pide su pueblo.
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