Dando la espalda al drama

No hace dos semanas que se proyecta en algunas salas de cine Trece entre mil, la última cinta del realizador vasco Iñaki Arteta. La obra del cineasta es un intento muy válido de mostrar la huella que la barbarie de ETA ha ido dejando en las vidas de las víctimas del terrorismo. Trece asesinados que sirven como muestra para comprender el dolor por el que pasan sus seres queridos, la indeferencia que sufren y el drama humano que supone que vivamos resignados en una sociedad enferma que mira para otro lado.
Tras cuarenta años de horror etarra se han hecho pocos filmes al respecto y no hay práctimente nada que nos hable del drama sin justificaciones o distancia, sin romanticismo o nostalgia. En ocasiones amparados en el antifranquismo, otras poniendo en un pedestal a terroristas reinsertados, el caso es que los pistoleros vascos han salido bastante bien parados en la gran pantalla gracias, sobre todo, a la manipulación de la izquierda artística.
Cápitulo especial merecen Julio Medem y su documental de largo metraje "La pelota vasca", gran éxito en taquilla y realizado con intención de falsear la realidad que vivimos. Una patraña vergonzante que trata de poner en una balanza equilibrada a víctimas y verdugos. A los que luchan por la libertad y los que justifican los medios para conseguir un sueño aunque sea a costa de alfombrar España de cuerpos sin vida. El mismo Medem reconocía, en una entrevista en el momento de la difusión de la película, sentirse equidistante entre el Partido Popular y ETA.
A pesar de todo y tras muchos años de no profundizar en el asunto aparece Iñaki Arteta y abre un rayo de esperanza en la vida de los que, conscientes de la gravedad del problema, no tiemblan a la hora de llamar a las cosas por su nombre. El ritmo de la cinta permite que la cabeza y el corazón del espectador reciban el estímulo adecuado al contemplar el drama de la vida que durante noventa minutos llena la sala de una tensión que nos hace rescatar la conciencia como ciudadanos. El tratamiento de las historias que se suceden resulta cuidadoso, huyendo en todo momento del morbo, el odio o la revancha. Los relatos nos hacen revivir momentos de silencio rotos por el ruido de la sopa en el comedor, con la vista puesta en el televisor contemplando un atentado tras otro. Cómo nos fuimos acostumbrando a la dosis de crímenes sanguinarios que parecían entrar en el menú de judías, lomo y flan que nos servían en el bar de enfrente del trabajo. Qué poco hemos hecho, para acompañar a nuestros desgarrados vecinos de escalera.
Los españoles seguimos dando la espalda al drama a pesar de los esfuerzos de Iñaki Arteta y su brillante equipo. Sólo nueve salas de cine han estrenado Trece entre mil, mientras que el tramposo documental de Medem se proyectó en su estreno en treinta y dos pantallas. Dos cines en Madrid y Barcelona y uno en Bilbao, San Sebastián, Vitoria, Pamplona y Logroño proyectan este valiente documento. El miedo de los empresarios cinematográficos a exhibirla hace que media España no tenga opción a decidir si permanece o no impasible ante los hechos. Vayan a verla, los españoles nos lo debemos. Gracias Arteta.

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