¿quién vigila al vigilante?

Quisiera conocer al juez educando a sus hijos. Como le vea pasarse un pelo...

Un juez de lo penal de Alicante ha impuesto tres meses y 21 días de prisión y una orden de alejamiento de más de 15 meses a un hombre que pegó a su hija de 16 años con una zapatilla después de que ésta le diera una mala contestación.
El padre, Juan Miguel F.E., nacido en San Sebastián hace 37 años, recriminó a su hija de 16 años, Lorena F.C., que no prestara la atención debida a su hermana menor, de tres años, cuando la primera se hallaba en su cuarto.

Entonces, Lorena le dio una "contestación airada, inapropiada e irrespetuosa", lo que hizo que el padre la golpeara "con la zapatilla que llevaba" y que le causara eritema en el brazo y hematoma en el muslo izquierdo, lesiones que sanaron en cinco días sin necesidad de tratamiento médico ni quirúrgico.
La defensa propuso como eximente lo previsto en el Código Civil en el sentido de que los padres pueden corregir razonable y moderadamente a sus hijos pero el juez de Alicante cree que en este caso la conducta del acusado no fue ni "proporcionada ni oportuna ni necesaria".
Creo que el que golpeó en "sus partes" a Antonio aguirre está temblando. Para unos tanto y para otros tan poco...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

CARDENALES QUE NO SE CONFIESAN

Cuántas veces al desvestirnos nos descubrimos pequeños cardenales en brazos, piernas y caderas, sin tener conciencia de habernos golpeado contra algún mueble o puerta. Tratamos de recordar, sin éxito la mayoría de las veces, el encontronazo que pudimos tener con alguna esquina; de ahí no pasa.

El padre de Lorena no la pegó con lo que tenía más a mano, que eran sus manos, sino que echó mano de la flexible e invertebrada zapatilla.
Con la zapatilla sólo se pega a quien se quiere; con la zapatilla se suaviza el castigo físico. Los padres y los hijos lo sabemos y lo preferimos, y el juez también; puede que no sea padre, pero sí fue hijo en edad de zapatillazo.

Un boxeador preferiría que el contrario le respondiera con zapatillas en lugar de hacerlo con manos enguantadas.

Se ha juzgado y condenado al padre por haber causado a su hija un erimeta (rojez por dilatación de los capilares) en el brazo y un hematona (sangre extravasada por rotura de los capilares) en el muslo. Nada importante que requiriera atención médica, y que desparecieron en cinco días, como los que nos descubrimos al desvestirnos, ni un día más.

Pobre Lorena, algún día reconocerá el error de haber denunciado a su padre por los zapatillazos. ¿Quién pudo liarla para que presentara la denuncia?.
Pobre padre, que ya estará percibiendo el futuro sufrimiento de su hija cuando reaccione y se dé cuenta de lo que hizo.

Anónimo dijo...

A A. Gil: estoy de acuerdo con su análisis y previsión y espero que el recurso de apelación anule la sentencia y se aconseje a Lorena respeto y comprensión para ese padre.
No veo que la hija haya denunciado recurrencia, lo que sería más grave, sino que ha sido un hecho aislado, no metódico.
Tengo veinte años y confieso que en mi adolescencia fui impertinente con mis padres, quienes no se merecían más que respeto por el cariño y dedicación que nos dispensaban continuamente a los tres hermanos. Ahora, cuando repaso aquellos años me duelo de mi incomprensión y agradezco a mis padres todo lo que me dieron, aconsejaron y los zapatillazos que me propinaron, pocos pero efectivos. Los hermanos preferíamos algún zapatillazo que un día de fiesta en zapatillas.