¿Es nuestro deber ayudar a Pakistán?

Pakistán ha vivido un desastre natural y ahora ha comenzado el drama humano; Es nuestro deber ayudarles? Veamos como trata dicho país a los cristianos:

Monseñor Coutts habla de la aplicación de la ‘ley de blasfemia’ en Pakistán.

El obispo alerta de la peligrosidad de la ley 295C o ‘ley de blasfemia’ tanto para musulmanes como, sobre todo, para los cristianos, que son el colectivo más afectado. “Si alguien desafía el nombre del santo profeta Mahoma de la forma que sea, directa o indirectamente, el castigo es la muerte”. Lo más grave es que la ley “no menciona la intención, si el delito se comete de modo accidental o por ignorancia”.

Monseñor Coutts denuncia que “es muy fácil acusar a alguien de haber hablado contra el Profeta. Nadie se para a preguntarse si la acusación es verdadera”. Por eso, apunta varios ejemplos ridículos que han acabado con penas de muerte o cárcel como el hecho de que a alguien se le caiga accidentalmente al suelo el Corán o que reciclando papel se encuentre una página del libro sagrado.

Padre Emmanuele Asi, presidente de la comisión bíblica de Lahore y del Instituto Teológico por los Laicos de Pakistán, analiza la situación de su país y de los católicos y las minorías religiosas, tras las devastadoras inundaciones y a la vista de la creciente influencia del fundamentalismo en aquella zona:

El 97% de los pakistaníes son musulmanes. Los cristiano con el 1,8%, junto con los hindús, los sikh y los bahai la minoría más grande. A pesar de que la Constitución garantiza la libertad religiosa, las minorías religiosas son discriminadas. Cuando llegan las ayudas, son los últimos en recibirlas en caso de catástrofe. A menudo son considerados ciudadanos de segunda clase. De niño, por ejemplo, no podía tocar el pozo de nuestra escuela porque era cristiano. También hoy pocos musulmanes frecuentan tiendas o restaurantes dirigidos o frecuentados de pertenecientes a otra fe. Delante de los tribunales el testimonio de un musulmán vale el testimonio de dos fieles de otras religiones.

¿De verdad debemos ayudar? Probablemente (ya se nos dijo "Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tendréis?, pues también los pecadores aman a quienes los aman. Y si hacéis bien a quienes os hacen el bien, ¿qué mérito tendréis?, pues también los pecadores hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir; ¿qué mérito tendréis?, pues también los pecadores prestan a los pecadores para recibir otro tanto.), pero de hacerlo hagámoslo con cabeza. Que nuestras aportaciones vayan a nuestros hermanos sufrientes, hagámoslo a través de Ayuda a la Iglesia necesitada. Aquí. Y lo que sobre, para el resto de la población, que la caridad bien entendida empieza en uno mismo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Pobre gente, pobres al tener que vivir bajo el yugo del Islam. Las inundaciones al final afectan a decenas de miles, pero la persecución y las matanzas de cristianos están a la orden del día en Paquistán. Recordemos también que este país posee un programa nuclear y balístico al que destina inmensos volúmenes de fondos.

Qué lástima de dirigentes y qué pena que al final siempre paguen las consecuencias sus ciudadanos.

Espectador dijo...

Toda desgracia humana es lamentable y merecedora de la solidaridad internacional.

Pero teniendo en cuenta la comunidad de todos los fieles musulmanes en la umma, y el hecho de que Arabia Saudí y los Emiratos Árabes son algunos de los países más ricos del mundo y de los que más dinero dedican a la expansión de sus creencias, sin duda las necesidades de ayuda de Pakistán estarán cubiertas sobradamente por esos países, sin tener que acudir a los infieles a los que desprecian y persiguen. O pueden acudir a los traficantes de drogas taliban, que para otras cosas son sus aliados. O a Ahmadineyab, que podría posponer los gastos en algún reactor nuclear para ayudarles.

Si Occidente quiere ayudar a alguien, puede hacerlo con la India, que también ha sufrido daños y es una democracia. Y que está amenazada por Paquistán.

F. de Bobadilla dijo...

Conozco un centro de acogida para gente miserable, sin hogar, sin familia y sin trabajo, donde se le proporciona cama y tres comidas al día. Los favorecidos son en su mayoría negros y árabes. Este centro lo dirige una asistenta social con la ayuda de voluntarios a tiempo parcial.
Los árabes rezan a sus horas, cumplen con el ramadán con total libertad y respetan a la directora del centro y a las camareras. El respeto de estos musulmanes para con estas mujeres es sólo interesado porque saben que si se rebelan van a la calle. Es evidente que no cumplen con las leyes del profeta como en sus países de origen.
Este centro para hombres fue erigido por un benefactor cristiano que no discriminó en los estatutos a nadie por su condición religiosa. Por contra, los cristianos en los países musulmanes se ven perseguidos, amenazados y asesinados por los intolerantes extremistas, por el pueblo.
¿Debemos ayudar a los pakistaníes, en este caso, para que una vez fortalecidos vuelvan a la carga?
Me viene a la memoria el caso de Ramón Baglietto, quien fue asesinado en un pueblo de Guipúzcoa por un etarra a quien salvó la vida cuando apenas tenia unos meses de edad. Si no lo hubiera socorrido es seguro que no habría sido su asesino; y me pregunto ¿Merece la pena ayudar a los que sólo piensan en eliminarnos?
Damnificados son todos, árabes, cristianos y demás colectivos. Pero los cristianos y los no árabes tienen la desgracia añadida a perpetuidad que nos lego el profeta. ¿A quienes habrá que ayudar? A los doblemente necesitados digo yo. Y como el dinero para las ayudas es siempre escaso que lo administren las organizaciones religiosas, que prueba han dado de entrega personal y honradez.
Que se permita a los musulmanes levantar una mezquita en la zona 0 me parece un despropósito propio de gente acomplejada. Hagamos como el gobierno australiano, a quien no le gusten nuestras leyes que se vaya, así de contundente.

A Daniel Ballesteros: sus ciudadanos, no solamente los dirigentes, son los que persiguen y matan a los cristianos y demás minorias.

Mint dijo...

Basta de paños calientes. Al enemigo, ni agua.